Cuando actuamos en acuerdo con los preceptos, la vida se vuelve más tranquila y armoniosa, llena de bienestar. Nuestro estado natural y normal es lo de calma y tranquilidad. De hecho, es la mente pura de nuestra Esencia. En cambio, cuando pensamos y actuamos basados en el egoísmo, llenamos la mente con una bola de sufrimiento, como un agujero negro en el espacio infinito del Universo. Esta bola negra jala todo a su alrededor, incluso hasta la luz, muy parecido a lo que pasa a la mente obstaculizada.
El Buda enseñó que hay cinco obstáculos que bloquean el libre fluir de la mente: 1. Deseo sensual; 2. Mala voluntad; 3. Torpeza; 4. Preocupación; y 5. Duda. Al criticar a otros, nos estamos apegando a tres de estos obstáculos, como la mala voluntad, la duda, y la preocupación. En mi caso, mi tendencia había sido pensar mal de otros, juzgarlos y a su vez, juzgarme a mí mismo, al compararlos y rebajarlos en mi mente, inconsciente del daño que nos causaba a todos.
Dudaba de mi práctica y me preocupaba mi falta de congruencia. Me pregunté si esta vida de verdad valía algo. Estos obstáculos nos causan cierta tensión interior, y nos dejan estresados, molestos, y agitados. Comencé a percatar como la mente chica, la que sufre, no es nada más que un conjunto de hábitos, ideas, y conceptos de quienes pensamos que somos, que refuerzan estas tendencias negativas.