He visto magníficas albas Hidrocálidas vestir sus acantilados con oro, rosa, plata, cobre y bronce, además, de infinitos saguaros Oaxaqueños extendidos hasta el horizonte, como ejércitos silenciosos en vigilia mirándonos al pasar.
He buceado por arrecifes bajo el mar, volado sobre sus olas en barcos de vela, luego subido al firmamento como Ícaro desafiando al sol. Son memorias dulces que reflejan la vida en todo su esplendor.
Sin embargo, son momentáneas fotos de tiempos desaparecidos, que comienzan a borrarse poco a poco. ¿Pero qué se queda? ¿Es suficiente haber experimentado tantas cosas sólo para que se desvanezcan con la marcha del tiempo?
Al mirar atrás, puedo intuir algo que me empuja hacia adelante, un impulso profundo que me llama a encontrar la Verdad de algo más profundo que todas estas experiencias.
Ha sido un largo camino del cual, al fin y al cabo, todo desvanece. ¿A dónde va? Recuerdo hace años un maestro decirme, “Lo que buscas es el que está en busca,” o sea, nuestro verdadero sí mismo.
Así, me cayó el veinte y me di cuenta de que todos intuimos algo más profundo, pero nos equivocamos en donde encontrarlo. No se encuentra fuera de nosotros en las experiencias y sensaciones delirantes del mundo.
La ironía es que no tuvimos que ir a ningún lado, ningún otro país, vivir ninguna experiencia. Siempre he estado justo aquí, demasiado cerca, que se pierde al darlo por hecho.