Tenemos dos funciones en esta vida: primero despertarnos a esta esencia, y segundo, dedicarnos a la ayuda de otros para que descubran el gran secreto abierto a todos: somos la Fuente.
Todos somos iguales en esto, puesto que todos sufrimos, pero igualmente todos tenemos la capacidad de liberarnos de este sufrimiento simplemente al retirar nuestra obsesión por cosas exteriores, e invertir la luz de nuestra propia mente hacia adentro, al mantener nuestra atención aquí y ahora, para rastrear esta luz de atención a su origen, la fuente de la vida, lo Eterno que no muere.
Esta fuente se descubre cuando la mente se tranquiliza, la mente calma lúcida, así se vuelve uno con la Mente con mayúscula.
Por eso, no deberíamos enfocar en otros mundos, ni en otros cielos, ni en otros estados de consciencia.
De hecho, según el budismo, el cielo está limitado, basado en tu buen karma que has creado. Cuando se agota este karma positivo, hay que salir del paraíso, como Adán y Eva del Jardín original de la biblia. Cuando fueron expulsados de este jardín, fue el momento en el que se dieron cuenta de su propio sufrimiento en el mundo cotidiano, un sentido de separación de su refugio y hogar.
Esta separación de nosotros mismos es lo que nos pasa a todos. Sin embargo, el mismo mundo, el mundo de samsara, el mundo de sufrimiento, problemas, preocupaciones, guerras, enfermedades, el mundo con sus ilusiones, esperanzas, ganancias y pérdidas, este mismo mundo es esencialmente bello.
He visto mucho en la vida, muchos extremos, desde lo más alto hasta lo más bajo, y les puedo afirmar…la vida es buena, de hecho, es toda una bendición.
El paraíso no está en otro lado, es justo aquí.
Esta mente puede abrir el portón del jardín de la Fuente en tí. Y cuando lo encuentres, conocerás la alegría que no depende de nada.
Es simplemente este momento tal como es.
Sólo abre el cerrojo y pasa.