Cuando hacemos reverencias a una imagen del Buda, no estamos dirigiéndonos ni a la imagen, ni a la persona de Shakyamuni, un hombre que vivió hace 1,500 años.
Estamos dirigiéndonos a una potencia universal, la fuerza de la vida, lo que no tiene forma ni comienzo ni fin, pero de lo que surgen todas las formas, en cada momento, y que se manifiestan como el Universo entero y todo lo que contiene.
Somos esta fuerza, que los budistas nombran como dharmakaya, vacío, Conciencia Cósmica, o Buda. De hecho, todos somos Buda y todos tenemos una Naturaleza Búdica viviente dentro de nosotros.
Mientras que no experimentamos esta Naturaleza Búdica directamente, estamos como dormidos a nuestra Verdad. Esta Budeidad está revelándose en cada momento e intenta enseñarnos un sin fin de lecciones.
Puesto que el Buda no se limita a la forma de Shakyamuni, nos puede seguir enseñando todo el tiempo, en toda cultura, en todo momento. Por tanto, siglos después de su Paranirvana, o muerte física, el Buda Cósmico continúa enseñando con escrituras y sutras de su Dharma.