El Sutra Shurangama también hace referencia a esta parábola. Nos señala que la gente desea riqueza material, honor, entretenimiento y placeres, mas no se da cuenta de que estos logros mundanos no sean la riqueza ni el honor verdaderos. Las gentes más pobres son las que no reconocen la Verdad y no entienden que su verdadera naturaleza es como una perla inapreciable encubierta y escondida. No entienden que su naturaleza verdadera es igual a la del Buda, la suprema, pura y luminosa Mente. Nunca se ha perdido, es intrínsecamente nuestra.
Si practicamos las enseñanzas del Buda, su Dharma, y confiamos cien por ciento en ellas, comprenderemos que nuestra verdadera naturaleza es intrínsecamente dentro de nosotros. Descubrimos nuestra riqueza innata, la que es la más valiosa del Universo. Al terminar la confusión de la mente y eliminar los pensamientos desordenados, se obtiene la riqueza y el honor supremos
Pero ¿cómo hacerlo? Se lleva a cabo practicando Zen, al sentarse diariamente en meditación y observar los pensamientos que se van formando en la mente chica. Sin embargo, según Chinul, un maestro del zen coreano (son) del siglo 12, la Iluminación no es algo que tarda años en realizar. Es solo una cuestión de comprender que la mente normal es luminosa, lúcida, y tranquila.
La mente apegada a la dualidad y la discriminación es anormal. Al momento que se sienta y se abre a la calma lúcida de la mente, se percibe la Iluminación súbita. El problema no es experimentar la Iluminación, sino el cultivo gradual de esta experiencia para eliminar todos nuestros hábitos mentales, las que obstaculizan nuestra plena y libre expresión de la Naturaleza Búdica.