Érase una vez un maestro Zen que preguntó a su alumno:
“Sabes el sonido de dos manos aplaudiendo. Ahora muéstrame el sonido de una mano.”
El alumno sale para meditar sobre el asunto. Oye por la ventana algunas geishas que tocan música y cree que tiene la respuesta. Vuelve con su maestro, y cuando el maestro le pregunta de nuevo, él toca la música de las geishas como respuesta. “¡No!”
El maestro le despide para que medite más sobre el asunto. Mientras contempla la pregunta otra vez, el alumno oye gotear agua de la canaleta. Vuelve con su maestro, imitando el sonido de una mano como gotas de agua. “¡No! Eso es el sonido de agua goteando, no el sonido de una mano,” y le despide otra vez para que medite más.
El alumno continúa intentando. “El sonido de una mano es el suspiro del viento.” “¡No!”
“El sonido de una mano es el ulular del búho.” “¡No!”
“El sonido de una mano es el rechinido de los chapulines.” “¡No!”
Por fin, después de casi un año, regresa ante su maestro. “¿Qué es el sonido de una mano?” pregunta nuevamente el maestro.
Pero ya el alumno había cambiado; había trascendido todos los sonidos y por fin había encontrado el sonido silencioso, el sonido de una mano, y le demostró su realización.
Tomó la postura correcta, y luego sin decir ninguna palabra, tendió la mano frente al maestro.
Este koan Zen es un acertijo dado a un alumno para guiarlo en el descubrimiento de la Verdad Universal, que revela el sonido silencioso, que se puede utilizar en el descubrimiento del No-Nacido, o sea, el Infinito en el aquí y ahora.
Es un sonido sagrado y místico, utilizado por los hindúes en su “Nada Yoga” relacionado con el mantra “OM” en Sánscrito, un sonido primordial parecido al zumbido de los átomos o la música cósmica de las esferas celestiales.
Los budistas también utilizan este sonido interior para meditar, debido a que les ayuda a mantener una concentración constante, además de guiándolos a planos de consciencia más elevados.
Para encontrarlo la primera vez, se recomienda que se levante en la mañana muy temprano, antes del alba, cuando todavía el resto del mundo está dormido y quieto.
Se puede escuchar en el silencio lo que suena como un sonido constante parecido al susurro del viento, el canto de los grillos, o la marea del mar. Tiene una calidad plateada en su pureza, con notas delicadas por encima del sonido más obvio, como el tintineo de cristales diminutos en el aire.
Se comienza a oír el sonido más obvio, para luego enfocar en los aspectos más sutiles del sonido, y pasar a los armónicos más finos, que elevan la conciencia en el acto. Es una práctica espiritual para el adiestramiento de la atención vigilante y llegar al descubrimiento de la naturaleza verdadera del Sí Mismo.
Esta práctica refleja ciertas verdades del budismo, tal como la aspiración a encontrar lo que no tiene comienzo ni fin, lo que es puro, eterno, y no condicionado, entendido como La Naturaleza Búdica en cada uno.
El Lama Tibetano Jamgon Kongtrul conecta este sonido primordial con la sabiduría trascendental y la iluminación espiritual (Kongtrul, 2005: 36).
Otro Lama Tibetano, Chogyal Namkhai Norbu, habla del “…sonido interior del que sólo se puede percibir por medio de sus vibraciones; sin embargo, no se necesita oídos para oírlo ni para descubrir este sonido interior. El sonido secreto se descubre sólo cuando se descubre la naturaleza real (Norbu, 2001).”
En La Sutta Mahasakuludayi Theravada, se encuentra el Buda, quien instruye a sus discípulos sobre un método de meditación enfocado en este sonido sagrado, que origina un oído tan purificado, que se puede oír hasta sonidos celestiales, además de este sonido silencioso (Majjhima Nikaya).
En La Sutra Shurangama Mahayana, el Buda platica con veinticinco sabios y santos, llamados bodhisattvas, sobre las diversas prácticas de la contemplación, y por el testimonio del bodhisattva Avalokiteshvara, se concluye que el órgano del sonido es el más eficaz para llegar a la iluminación.
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Avalokiteshvara explica cómo meditar en esta forma, que se basa en desconectar mentalmente el órgano del oído de su objeto de percepción, los dos aspectos al ser vacíos de todas formas y no existentes en sí desde una perspectiva cósmica. Con la meditación en este sonido silencioso, se puede encontrar la Iluminación:
“Para oír el Sí Mismo verdadero, tienes que invertir la atención adentro para que escuches las palabras del Buda. Oír no tiene naturaleza propia; se lo debe su nombre al sonido. Liberado ya del sonido por invertir el sentido del oído ¿cómo se llama eso? Cuando se vuelve a la fuente, todos los sentidos se liberan. Ver y oír son ilusiones, como flores que caen del cielo. Oír sin sonido, el sentido ilusorio desvanece. Cuando el objeto ya no existe, el sujeto ya no es. Y el Bodhi (iluminación) puro se logra. Su pura luz invade todo. Su quietud brillante llena el vacío.” (Shurangama Sutra, Cap. 6)
Al meditar así, se puede conseguir Nirvana: la luz penetrante de la sabiduría y el impulso de la compasión para todos los seres sensibles del universo.
Se consideraba que esta forma de meditación era superior puesto que se le percibe veinticuatro horas del día, es omnipresente y sin fin, señalando nuestra Naturaleza Búdica.
Por medio de enfocar la atención adentro y la meditación en el sonido silencioso, se libera del apego a lo exterior, lo que ilumina y permite que se vuelva a la fuente de todo sonido, nuestro Ser verdadero de la Naturaleza Búdica.