El Buda percibió esta tendencia mental, la diagnosticó como una enfermedad espiritual, y nos prescribió una cura: soltar los deseos, volver la atención adentro, y reconectar con la raíz de nuestra esencia, la naturaleza búdica.
De esta manera se rompe la cadena de karma y se despierta a la verdad de este momento presente, el hecho de que todo es aquí y ahora parte y función de lo Eterno, lo que no nace ni muere, ni se basa en bueno ni malo, es sólo lo que es, la talidad del presente.
El zen nos da las herramientas para despertarnos a esta esencia, mediante la meditación y la práctica de la atención vigilante. Al sentarnos en zazen, observamos como la mente se desvía a pensamientos basados en el futuro o el pasado. Cada vez que nos damos cuenta de esta desviación, regresamos al presente, y mantenemos la mente enfocada en la respiración, el hwadu, o el conteo.
Aunque se desvía mil veces, al regresar cada vez la atención al presente, estamos rompiendo la cadena de karma, …
lo que nos abre al momento justo como es …
y apreciamos su hermosura…
y besamos su cara de perfección, …
la que es nuestra propia cara de esencia,
el Sí Mismo de la raíz de nuestra existencia,…
la que es eterna, completa y feliz.