Cualquier escuela de zen aconseja:
Cada vez que aparezca un pensamiento, date cuenta de ello; tan pronto como te des cuenta de ello, se desvanecerá. Si permaneces por largo tiempo sin pensar en los objetos, llegarás a estar unificado naturalmente. Este es el arte esencial del zazen.
Cuando un pensamiento aparece, al ser consciente de ello, mientras está pasando, el pensamiento no tendrá lugar para apegarse, y, por tanto, desaparecerá. Así, se puede ver a los pensamientos aparecer y luego desaparecer. Se presta atención de dónde vienen los pensamientos, rastreándolos a la Fuente.
Cualquier consciencia que tengamos en este momento, viene de esta Fuente. Tú eres esta Fuente. No importa si la consciencia en este momento está tranquila o agitada. Simplemente rastréala a la Fuente. No intentes alcanzar nada, ni en el mundo exterior, ni en el mundo interior.
¿Para quién practicamos? Si lo haces simplemente para liberarte a ti mismo, es un obstáculo, porque implica que todavía estás aferrado a un yo a liberar. Esta creencia, aunque sea muy sutil, te bloquea a experimentar por completo la liberación y la identificación con tu verdadero ser.
Por lo tanto, hay que considerar que la Fuente incluye a todos, tú y todo el mundo. Se practica para liberar a todos los seres innumerables. Si tu práctica no incluye esta actitud, no es la Fuente. Pero cuando te das cuenta de la Fuente, todos están salvados al mismo tiempo. Tu despertar llega a ser el despertar de todos: el punto de partida de la práctica.
Sin embargo, date cuenta de que ni puedes liberarte ni a ti ni a otros, puesto que no hay nadie por liberar, todos ya son libres y son literalmente esta misma esencia, sólo precisa ser consciente de esto.